La historia hecha por los vencedores nos lanza una ráfaga de datos biográficos que carecen de toda sustentación. Por ejemplo -nos dice la historia oficial-, que San Martín nace en Yapeyú, actualmente provincia de Corrientes en la Argentina, el 25 de febrero de 1778; hijo de don Juan de San Martín, Teniente Gobernador de las Misiones, y de doña Gregoria Matorras, ambos oriundos de Castilla, ambos nobles. Continuando, nos señala que, a los seis años de edad parte con su familia a España y estudia en el Seminario de Nobles de Madrid. Luego sigue la carrera militar, pelea contra moros, portugueses, ingleses y franceses y se destaca en la batalla de Bailén contra la ocupación napoleónica. En 1812 abandona el ejército español y regresa al Río de la Plata a luchar por la independencia. Ya en Buenos Aires se casa con una dama de la sociedad, forma el famoso regimiento de Granaderos a Caballo y derrota a las fuerzas realistas en la Batalla de San Lorenzo, hecho que casi le cuesta la vida al caer herido su caballo sobre él en medio del combate. La acción valiente del Sargento Cabral evita el desenlace fatal. Designado jefe del Ejército del Norte conoce y cultiva una profunda amistad con Manuel Belgrano, creador de la Bandera Nacional. Al poco tiempo es nombrado gobernador de Cuyo, desde donde planifica y ejecuta el cruce de la cordillera de Los Andes para liberar a Chile. Se enfrenta en territorio chileno victoriosamente contra los realistas en dos batallas memorables, Chacabuco y Maipú. Tras independizar Chile se traslada con un fuerte ejército al Perú convulsionado y en Guayaquil se entrevista con el Libertador Simón Bolívar. Este último -señala siempre la historia oficial argentina-, es ambicioso y aventurero y no duda en arrebatarle la gloria aprovechándose de la inmensurable generosidad del Protector del Perú. El militar argentino decide entonces transitar el camino del ostracismo, retirándose de la vida pública para dedicarse de pleno a la crianza de su única hija y luego sus nietas. En 1850 muere ya anciano en una tranquila mansión Boulogne Sur Mer, Francia.
De esa manera nos han contado hasta hoy la historia del general San Martín, la misma oligarquía que lo forzó al exilio. Deformación, omisión, falsificación y mentira es lo que caracteriza esa narración. Claro, la oligarquía es bien conciente que la historia no es otra cosa que la política de ayer, como la política de hoy será la historia de mañana. Eso no se les escapa a quienes están obligados a justificar su presente de privilegio y poder. Para la oligarquía es necesario construir una historia donde los próceres parezcan que se sacrificaron a fin de plasmar una clase dirigente tal cual hoy existe.
Pero veamos algunas cuestiones que hacen a la verdadera versión de la historia del Libertador que la oligarquía no repara y que si reparara lo ubicaría diametralmente opuesto a sus intereses sectoriales. Por ejemplo, dice la historia oficial que San Martín nació en Yapeyú, provincia de Corrientes. San Martín nació (es cierto) en la población de Yapeyú, zona donde los curas jesuitas se habían instalado y que, a principios de 1776 fueron expulsados. Esta población era fundamentalmente habitada por indios guaraníes, muy pocos blancos había, más, probablemente los únicos españoles eran don Juan de San Martín y su familia. Un territorio de tremendas guerras entre diferentes culturas aborígenes y también de tremendas guerras donde los indios tenía que defenderse contra los esclavistas portugueses que veían en cada guaraní un futuro esclavo de sus plantaciones. Ese es el territorio donde le tocó nacer a San Martín.
Podríamos decir entonces que San Martín nace en la frontera, nace en el «fin del mundo» como diría Julio Verne, en un lugar lleno de peligros y visisitudes, de permanentes tensiones. Nada de idílico había en el Yapeyú de 1778 como pretende enseñarnos la historia oficial. Pero a su vez esto va a desentrañar la jerarquía que la corona de España le daba al capital Juan de San Martín, padre del prócer. Si bien el capitán había sido designado gobernador intendente, este cargo, que hoy suena rimbombante, para ese momento y teniendo en cuenta el lugar a que había sido destacado, más parecía un castigo que un premio. Claro, don Juan de San Martín y Gregoria Matorras, ambos oriundos de Castilla la vieja, y de ascendencia noble -según la historia oficial-, no eran nobles ni nada que se les pareciera. En el caso de doña Gregoria Matorras, puede existir alguna duda, pero en el caso de su padre está demostrado que era hijo de labradores. Por otro lado, don Juan, tuvo una carrera militar poco exitosa. Nunca pasó de ser capitán del ejército español, muere sin herencia y en sus propios papeles se lee “no tengo bien alguno” . Su madre, tampoco aportó a la familia dinero ni alcurnia, vivieron tan pobres en su regreso a España que doña Matorras tuvo que pedir clemencia al rey para poder obtener algún ingreso, ya viuda y para criar a sus cinco hijos.
Vale decir que el Libertador San Martín nació y se crió en una familia pobre, carenciada, con muchas necesidades. Un hijo del pueblo, tal cual cualquiera de nosotros, sin privilegios, sin cuna de oro, sin sangre azul.
A los seis años de edad San Martín es trasladado a España y estudia, según la versión oficial, en el Seminario de Nobles de Madrid. Ahora, observen ustedes qué interesante, porque no hay ningún registro que diga que el niño José de San Martín haya estudiado allí, y no podía hacerlo por la simple razón que no era noble.
En realidad San Martín estuvo dos años en Buenos Aires después de las misiones, siendo muy pequeño estudió en escuela pública, también se sabe que en España estudió en Málaga, en la Escuela de las Temporalidades, escuela pública y gratuita, inclusive es muy probable que, por los registros históricos, no haya terminado la formación elemental.
En síntesis, San Martín por su educación fue un autodidacta, socialmente un plebeyo, culturalmente pertenecía al grupo criollo guaraní, económicamente era pobre y por nacionalidad era un auténtico hispano-indo-americano. La historiografía oficial lo presenta como un auténtico argentino, cuando la Argentina aún no existía en esa época.
Hay otras versiones también que afirman que el Libertador podría haber sido hijo de una india y de Diego de Alvear, y que fue criado por la familia San Martín... Hay algunos elementos de la historia oral que justifican esta tesis, para mayor escándalo de la oligarquía por supuesto.
En definitiva, lo que importa es la obra que llevó adelante el Libertador, aunque sus orígenes siempre marcan una tendencia. “Usted más que nadie –le comentaba a Tomás Guido– que ha estado cinco años a mi lado, debe haber conocido mi odio a todo lo que es lujo y distensiones” . San Martín odiaba a la aristocracia y así lo dejó ver en infinidad de oportunidades.
Siguió la carrera militar y la historia oficial nos dice que peleó contra los moros, franceses, ingleses. Pues sí, eso es cierto, pero lo más significativo de su aprendizaje en el ejército español, no fue la incorporación de los saberes propios del arte de la guerra, sino que lo fundamental es que allí aprendió y adhirió fervientemente a la Declaración de los Derechos del Hombre, a la Revolución Francesa, al liberalismo español de Jovellanos y Campomanes, a las ideas más progresistas y más revolucionarias de su época. Su principal escuela de formación política fue el ejército español que junto a su pueblo resistió la invasión napoleónica. Su experiencia en España en la lucha con los guerrilleros españoles , es una etapa que poco se conoce también... Y tras esa experiencia, sensibilizado por la insurrección popular del 2 de mayo, va incorporando el concepto revolucionario de pueblo en armas. La historia oficial nada dice de esto.
San Martín por sus ideas es un cabal revolucionario, su lucha nunca fue por afán de conquista ni gloria, sino que él sabía, que la guerra que libraba era una «guerra de opinión», de ideas, guerra de principios modernos y liberales contra los principios del fanatismo y la tiranía. Esto reflex ionaba años después el general San Martín.
Y así en esta historia que nos cuentan, San Martín, formado desde los seis años en España, de golpe, decide regresar a su patria, regresar a su tierra natal, por una suerte de «llamado de la selva», se embarca junto con otros patriotas al Río de la Plata y comienza su lucha ¡contra los españoles!
El tema, así explicado nada nos ilustra sobre las verdaderas razones de abandonar el ejército español para trasladarse a América.
Lo que sucede es que el tema es un tema político concreto; la España liberal, la España revolucionaria, aquella a la que San Martín adhería, había sido derrotada por la casi total ocupación de las tropas francesas en la Península Ibérica, y lo que resolvió el grupo de americanos fue continuar la lucha en estas tierras, donde las juntas populares estaban floreciendo y representaban en toda la América hispana la voluntad de los pueblos para gobernarse. Vinieron a América entonces, para seguir combatiendo, contra las ideas reaccionarias, contra la España Negra, contra la España absolutista, contra la España de la nobleza. En América se estaba dando el proceso revolucionario de democracia popular y eso ya sería irreversible. Cuando retoma al poder Fernando VII y suprime de un plumazo la Constitución de 1812, para volver a privilegiar a los sectores parásitos de la sociedad, toda la América se lanza a la lucha independentista abiertamente. San Martín entre tantos.
Siguiendo la supuesta genealogía de San Martín, el hijo de nobles, según los textos oficiales, el capitán tenía que casarse con una dama de la alta sociedad porteña. Y así e s, se casa realmente con María de los Remedios de Escalada, hija de un comerciante ligado a los intereses británicos. Lo que no se dice nunca es que esa familia porteña siempre rechazará al matrimonio de Remedios con José. El plebeyo, el soldadote, el indio, el «tape», serán las formas despectivas en que nombrarán al recién incorporado pariente.
Hay varias anécdotas que describen el carácter de San Martín en la casa de los Escalada. Cuentan que cuando a su asistente no lo invitaron a comer en la mesa con la familia, San Martín se sentó en la cocina a comer junto a él. El Libertador siempre tuvo un espíritu de solidaridad de clase muy marcada. Cuando a su esposa, la familia oligarca le obsequió un ajuar lujoso con motivo del casamiento, San Martín se lo hizo devolver aduciendo que la esposa de un soldado no necesitaba ese tipo de lujos. Son pequeñas anécdotas, que nunca se narran, pero que las señalo aquí para que ustedes entiendan la conducta del Libertador del Sur.
Es cierto que San Martín formó el regimiento de Granaderos a Caballo y que él mismo se encargó de armarlo y adiestrar uno a uno a sus soldados y oficiales. Observen que este regimiento estaba compuesto principalmente por gauchos, segundo por indios y artesanos (a los primeros los mandó a traer desde su tierra natal), y también por algunos marineros que habían quedado varados en el puerto de Buenos Aires. Después incorporó un grupo muy reducido de jóvenes de la alta sociedad. Vale decir, un regimiento de neta composición popular. Esa característica se profundizará en la composición del Ejército Unido, en Mendoza, con la incorporación de escuadrones de negros ex esclavos.
Este glorioso regimiento va a combatir primero en la Batalla de San Lorenzo, donde San Martín debe realizar temerarias muestras de arrojo y coraje a fin de desmantelar la opinión de la oligarquía porteña que desconfiaba de él.
De esa manera nos han contado hasta hoy la historia del general San Martín, la misma oligarquía que lo forzó al exilio. Deformación, omisión, falsificación y mentira es lo que caracteriza esa narración. Claro, la oligarquía es bien conciente que la historia no es otra cosa que la política de ayer, como la política de hoy será la historia de mañana. Eso no se les escapa a quienes están obligados a justificar su presente de privilegio y poder. Para la oligarquía es necesario construir una historia donde los próceres parezcan que se sacrificaron a fin de plasmar una clase dirigente tal cual hoy existe.
Pero veamos algunas cuestiones que hacen a la verdadera versión de la historia del Libertador que la oligarquía no repara y que si reparara lo ubicaría diametralmente opuesto a sus intereses sectoriales. Por ejemplo, dice la historia oficial que San Martín nació en Yapeyú, provincia de Corrientes. San Martín nació (es cierto) en la población de Yapeyú, zona donde los curas jesuitas se habían instalado y que, a principios de 1776 fueron expulsados. Esta población era fundamentalmente habitada por indios guaraníes, muy pocos blancos había, más, probablemente los únicos españoles eran don Juan de San Martín y su familia. Un territorio de tremendas guerras entre diferentes culturas aborígenes y también de tremendas guerras donde los indios tenía que defenderse contra los esclavistas portugueses que veían en cada guaraní un futuro esclavo de sus plantaciones. Ese es el territorio donde le tocó nacer a San Martín.
Podríamos decir entonces que San Martín nace en la frontera, nace en el «fin del mundo» como diría Julio Verne, en un lugar lleno de peligros y visisitudes, de permanentes tensiones. Nada de idílico había en el Yapeyú de 1778 como pretende enseñarnos la historia oficial. Pero a su vez esto va a desentrañar la jerarquía que la corona de España le daba al capital Juan de San Martín, padre del prócer. Si bien el capitán había sido designado gobernador intendente, este cargo, que hoy suena rimbombante, para ese momento y teniendo en cuenta el lugar a que había sido destacado, más parecía un castigo que un premio. Claro, don Juan de San Martín y Gregoria Matorras, ambos oriundos de Castilla la vieja, y de ascendencia noble -según la historia oficial-, no eran nobles ni nada que se les pareciera. En el caso de doña Gregoria Matorras, puede existir alguna duda, pero en el caso de su padre está demostrado que era hijo de labradores. Por otro lado, don Juan, tuvo una carrera militar poco exitosa. Nunca pasó de ser capitán del ejército español, muere sin herencia y en sus propios papeles se lee “no tengo bien alguno” . Su madre, tampoco aportó a la familia dinero ni alcurnia, vivieron tan pobres en su regreso a España que doña Matorras tuvo que pedir clemencia al rey para poder obtener algún ingreso, ya viuda y para criar a sus cinco hijos.
Vale decir que el Libertador San Martín nació y se crió en una familia pobre, carenciada, con muchas necesidades. Un hijo del pueblo, tal cual cualquiera de nosotros, sin privilegios, sin cuna de oro, sin sangre azul.
A los seis años de edad San Martín es trasladado a España y estudia, según la versión oficial, en el Seminario de Nobles de Madrid. Ahora, observen ustedes qué interesante, porque no hay ningún registro que diga que el niño José de San Martín haya estudiado allí, y no podía hacerlo por la simple razón que no era noble.
En realidad San Martín estuvo dos años en Buenos Aires después de las misiones, siendo muy pequeño estudió en escuela pública, también se sabe que en España estudió en Málaga, en la Escuela de las Temporalidades, escuela pública y gratuita, inclusive es muy probable que, por los registros históricos, no haya terminado la formación elemental.
En síntesis, San Martín por su educación fue un autodidacta, socialmente un plebeyo, culturalmente pertenecía al grupo criollo guaraní, económicamente era pobre y por nacionalidad era un auténtico hispano-indo-americano. La historiografía oficial lo presenta como un auténtico argentino, cuando la Argentina aún no existía en esa época.
Hay otras versiones también que afirman que el Libertador podría haber sido hijo de una india y de Diego de Alvear, y que fue criado por la familia San Martín... Hay algunos elementos de la historia oral que justifican esta tesis, para mayor escándalo de la oligarquía por supuesto.
En definitiva, lo que importa es la obra que llevó adelante el Libertador, aunque sus orígenes siempre marcan una tendencia. “Usted más que nadie –le comentaba a Tomás Guido– que ha estado cinco años a mi lado, debe haber conocido mi odio a todo lo que es lujo y distensiones” . San Martín odiaba a la aristocracia y así lo dejó ver en infinidad de oportunidades.
Siguió la carrera militar y la historia oficial nos dice que peleó contra los moros, franceses, ingleses. Pues sí, eso es cierto, pero lo más significativo de su aprendizaje en el ejército español, no fue la incorporación de los saberes propios del arte de la guerra, sino que lo fundamental es que allí aprendió y adhirió fervientemente a la Declaración de los Derechos del Hombre, a la Revolución Francesa, al liberalismo español de Jovellanos y Campomanes, a las ideas más progresistas y más revolucionarias de su época. Su principal escuela de formación política fue el ejército español que junto a su pueblo resistió la invasión napoleónica. Su experiencia en España en la lucha con los guerrilleros españoles , es una etapa que poco se conoce también... Y tras esa experiencia, sensibilizado por la insurrección popular del 2 de mayo, va incorporando el concepto revolucionario de pueblo en armas. La historia oficial nada dice de esto.
San Martín por sus ideas es un cabal revolucionario, su lucha nunca fue por afán de conquista ni gloria, sino que él sabía, que la guerra que libraba era una «guerra de opinión», de ideas, guerra de principios modernos y liberales contra los principios del fanatismo y la tiranía. Esto reflex ionaba años después el general San Martín.
Y así en esta historia que nos cuentan, San Martín, formado desde los seis años en España, de golpe, decide regresar a su patria, regresar a su tierra natal, por una suerte de «llamado de la selva», se embarca junto con otros patriotas al Río de la Plata y comienza su lucha ¡contra los españoles!
El tema, así explicado nada nos ilustra sobre las verdaderas razones de abandonar el ejército español para trasladarse a América.
Lo que sucede es que el tema es un tema político concreto; la España liberal, la España revolucionaria, aquella a la que San Martín adhería, había sido derrotada por la casi total ocupación de las tropas francesas en la Península Ibérica, y lo que resolvió el grupo de americanos fue continuar la lucha en estas tierras, donde las juntas populares estaban floreciendo y representaban en toda la América hispana la voluntad de los pueblos para gobernarse. Vinieron a América entonces, para seguir combatiendo, contra las ideas reaccionarias, contra la España Negra, contra la España absolutista, contra la España de la nobleza. En América se estaba dando el proceso revolucionario de democracia popular y eso ya sería irreversible. Cuando retoma al poder Fernando VII y suprime de un plumazo la Constitución de 1812, para volver a privilegiar a los sectores parásitos de la sociedad, toda la América se lanza a la lucha independentista abiertamente. San Martín entre tantos.
Siguiendo la supuesta genealogía de San Martín, el hijo de nobles, según los textos oficiales, el capitán tenía que casarse con una dama de la alta sociedad porteña. Y así e s, se casa realmente con María de los Remedios de Escalada, hija de un comerciante ligado a los intereses británicos. Lo que no se dice nunca es que esa familia porteña siempre rechazará al matrimonio de Remedios con José. El plebeyo, el soldadote, el indio, el «tape», serán las formas despectivas en que nombrarán al recién incorporado pariente.
Hay varias anécdotas que describen el carácter de San Martín en la casa de los Escalada. Cuentan que cuando a su asistente no lo invitaron a comer en la mesa con la familia, San Martín se sentó en la cocina a comer junto a él. El Libertador siempre tuvo un espíritu de solidaridad de clase muy marcada. Cuando a su esposa, la familia oligarca le obsequió un ajuar lujoso con motivo del casamiento, San Martín se lo hizo devolver aduciendo que la esposa de un soldado no necesitaba ese tipo de lujos. Son pequeñas anécdotas, que nunca se narran, pero que las señalo aquí para que ustedes entiendan la conducta del Libertador del Sur.
Es cierto que San Martín formó el regimiento de Granaderos a Caballo y que él mismo se encargó de armarlo y adiestrar uno a uno a sus soldados y oficiales. Observen que este regimiento estaba compuesto principalmente por gauchos, segundo por indios y artesanos (a los primeros los mandó a traer desde su tierra natal), y también por algunos marineros que habían quedado varados en el puerto de Buenos Aires. Después incorporó un grupo muy reducido de jóvenes de la alta sociedad. Vale decir, un regimiento de neta composición popular. Esa característica se profundizará en la composición del Ejército Unido, en Mendoza, con la incorporación de escuadrones de negros ex esclavos.
Este glorioso regimiento va a combatir primero en la Batalla de San Lorenzo, donde San Martín debe realizar temerarias muestras de arrojo y coraje a fin de desmantelar la opinión de la oligarquía porteña que desconfiaba de él.
En el norte de lo que actualmente es Argentina San Martín se encontrará con otros grandes revolucionarios de la época, como fue el general Manuel Belgrano y el guerrillero Martín Miguel de Guemes, ambos vilipendiados por la oligarquía. Con Guemes acordarán la táctica de pueblo en armas para contener el avance de las fuerzas realista que se proyectan desde el Alto Perú. Con Manuel Belgrano (abogado y economista) trabará una gran amistad y recibirá los consejos de un hombre experimentado en la lucha contra la oligarquía conservadora provinciana y porteña.
La historia oficial falsificará también la obra de estos próceres, omitiendo que Guemes fue muerto por una partida realista gracias a la entrega que realizaron los oligarcas salteños. Claro, la figura del guerrillero patriota irritaba a los grandes terratenientes, dado que la aplicación de la Ley Gaucha, una suerte de reforma agraria en medio de la guerra, perjudicaba sus intereses. A Manuel Belgrano se lo acosó tanto que murió pobre y abandonado, cuando él había dado toda su fortuna, que no era poca, a la causa revolucionaria.
Siempre presionado por la clase dominante porteña, San Martín logra ser nombrado gobernador en la provincia de Cuyo. Tras la experiencia en el Norte de la actual Argentina, el Libertador entiende que el único camino para llegar al corazón del poder realista, Lima, era a traves de la liberación de Chile, cruzando la cordillera de Los Andes y sorprendiendo allí a los godos. Desde Chile preparar un poderoso ejército para trasladarse por mar y atacar a los realistas, fuertes en el Perú. De ahí la importancia de asumir la gobernación de Cuyo, provincia lindante con Chile.
La historia oficial se encargó de mostrar siempre a San Martín como un hombre de armas, un gran militar. Pero obvia decir que San Martín principalmente fue un político revolucionario, un conductor político y militar. La oligarquía dice que el Libertador nunca se mezcló en los «asuntos políticos» del país. Ahora, ¿cómo explica esa historiografía que San Martín fue el principal referente político y gobernante en tres oportinidades: Cuyo, Chile y Perú? Lo que la oligarquía ha intentado hacer es ocultar la obra de gobierno sanmartiniana.
Durante su gobernación en Cuyo, y también en Chile y Perú, San Martín lleva adelante una política económica y social que nosotros podríamos ubicarla claramente como uno de los antecedentes más importantes de la implementación del modelo endógeno.
En el caso de Cuyo y basándose en una «economía de guerra», San Martín instaló fábricas de pólvora, fundición de artillería (donde trabajaban 300 obreros, con 7 fraguas), fábricas de tintas, talleres textiles, laboratorios de explosivos, producción agropecuaria sistematizada, planificada, fomento a todo el sistema de riegos, talleres de herraje, carpintería, ebanistería, incentivo a la producción local con políticas de protección aduanera, etcétera. Rompe con los esquemas conservadores y reaccionarios de la oligarquía local e impone un modelo de producción nacional y popular. ¿Cómo consiguió estos logros? Con el sacrificio de todo el pueblo -nos cuenta la historia falsificada-. Pero si bien esto en parte es cierto, lo fundamental y medular del asunto, y que se omite decir, es que San Martín avanza en el modelo endógeno a través de una eficiente política confiscatoria, en detrimendo de las clases altas y en beneficio de los sectores laboriosos. Las colaboraciones voluntarias fueron la fuente de sustentación y armado del Ejército de Los Andes, reza la historia oficial. Pero no dice que esas «colaboraciones voluntarias», de los ricos y los enemigos de la Patria, se hacían bajo la presión del destierro, la confiscación lisa y llana o la amenaza del fusilamiento.
Por otro lado, las medidas expropiatorias se realizaron con un gran espíritu de justicia social, que entre otras cosas involucró la libertad de los esclavos, como luego en Perú suprimirá el pago de tributo por parte de los indios y la clausura de la servidumbre.
Como fácilmente se podrá interpretar, San Martín se había ganado el odio de la oligarquía porteña y ese odio era recíproco. Ahora vale aclarar que todo el interior del país estaba enfrentado con las clases dominantes de la ciudad-puerto. Las masas populares se habían levantado en montoneras contra el poder despótico de Buenos Aires.
Es entonces que el miedo invade a esa oligarquía vendepatria y convoca al Ejército de los Andes para reprimir a las masas populares insurrectas. San Martín se negará rotundamente a cumplir el papel de verdugo de su propio pueblo. Esa desobediencia, esa gran desobediencia al poder despótico, le costará al Libertador la declarada enemistad de la oligarquía rioplatense, y por otro lado, el cariño y respeto de las montoneras patrióticas.
A partir de este episodio, el Ejército Libertador pasa a convertirse en un ejército sin Estado, un ejército independiente del gobierno que le dio origen, donde los oficiales, por voto secreto ratifican a su jefe y conductor: el general San Martín.
Les voy a leer la proclama de San Martín a su ejército en 1820, el Ejército Libertador de los Andes, dice así: “Compañeros del Ejército de los Andes, la guerra tiene que hacerse como podamos, si no tenemos dinero, carne y tabaco no nos tiene que faltar, cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con balletillas que nos dejan nuestras mujeres, sino andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios, seamos libres y lo demás no importa nada, compañeros, juremos no dejar las armas de las manos hasta ver el país enteramente libre o morir por ellas como hombres de coraje” .
Tenía claro el Libertador que el enemigo principal era el colonialismo español y sus aliados nativos y apelaba a la conformación de un gran frente patriótico de liberación. Con ese espíritu le escribe al gran revolucionario oriental José Artigas: “Unámonos, sin que haya un tercero en discordia que nos esclavice” . Reflexionemos sobre esto porque es un ejemplo para tener presente hoy: «los enemigos victoriosos por todos lados nos oprimen, nuestra desunión son las causales» . La relación fraternal de San Martín con los jefes de las montoneras del interior, también es ignorado por la historia oficial.
En Perú San Martín lleva adelante una política orientada en base a las necesidades de la economía de guerra, hostil a los intereses oligárquicos y de inédita justicia social para la Lima aristocrática, decretando la libertad de vientres, eliminado el tributo a los indígenas, llevando adelante una verdadera línea de democracia popular.
Lamentablemente el Protector del Perú no pudo derrotar la conspiración oligárquica y las fuerzas colonialistas se habían hecho fuertes en la sierra peruana. Era vital buscar apoyo en el Ejército Libertador del Norte, apelar al victorioso ejército colombiano.
Pero ahí aparece la versión de la oligarquía según la cual San Martín y Bolívar se enfrentan en su famosa entrevista de Guayaquil. La historia oficial dice que la reunión fue secreta y que nada se sabe sobre lo tratado. Pero como es de suponer, no hay nada de misterio en esa entrevista. Bolívar bajaba del norte de Sudamérica victorioso, con un Estado fuerte que lo respaldaba, mientras San Martín apenas se sostenía en el Perú sin ningún apoyo del gobierno de Buenos Aires que le cobraba caro la desobediencia antes mencionada y la política revolucionaria que estaba siguiendo. No nos equivoquemos cuando se dice que hubo un desencuentro insalvable porque Bolívar era republicano y San Martín era monárquico, porque eso fue simplemente un matíz, ambos eran patriotas de Nuestra América concientes que el enemigo principal que había que derrotar era el colonialismo español.
En última instancia San Martín propuso en un momento determinado una monarquía constitucional al estilo inglés, con un rey como figura decorativa, pero que servía en esos momentos para consolidar la unidad, para no sucumbir ante la anarquía y la dispersión. Bolívar, en cambio, afirmada su carácter republicano, pero planteaba una presidencia vitalicia... Vale decir, que entre una y otra propuesta no habían tantas diferencias; la idea rectora era salvar la unidad y consolidar un gobierno fuerte, capaz de terminar con el colonialismo, derrotar a los enemigos internos y estar preparados para la contraofensiva de la reacción europea.
Para terminar con esa falsificación de la historia oficial, basta leer algunas cartas de Bolívar dirigidas a San Martín, por ejemplo: “Mi primer pensamiento del campo de Carabobo cuando vi mi patria libre, fue usted, el Perú y su Ejército Libertador, al contemplar que ya ningún obstáculo se oponía a que yo volase a extender mis brazos al Libertador de la América del Sur. El gozo colmó mis sentimientos, usted debe creerme, después del bien de Colombia nada me ocupa tanto como el éxito de las armas de usted, tan dignas de llevar su estandarte glorioso donde quiera que haya esclavos que se abriguen a su sombra. Quiera el cielo que los servicios del ejército colombiano no sean necesarios a los pueblos del Perú, pero él marcha penetrado de la confianza de que, unidos con San Martín, todos los tiranos de la América no se atreverán ni aun a mirarlo. Simón Bolívar» .
San Martín siempre admiró a Bolívar, a tal punto que ya exiliado en Francia le hizo pintar a su hija un retrato del Libertador. A otro retrato que tenía San Martín, obsequiado por Bolívar en Guayaquil, le hizo escribir a su hija la siguiente leyenda: “Unámonos, unámonos y seremos invencibles” . Ese retrato de Bolívar lo conservó en su alcoba toda su vida. Imagínense entonces qué absurdo cuando la oligarquía quiere presentarlos como enemigos irreconciliables. Porque si hubiera sido así, nos encontraríamos con un San Martín por lo menos masoquista.
Ya en el exilio, San Martín siguió combatiendo y participando en política. En 1828, inclusive, quiso regresar al Río de la Plata; pero al enterarse del fusilamiento del coronel Dorrego, quien en ese momento lideraba las fuerzas populares y coordinaba con Bolívar, decide regresar a Francia. Rivadavia en el sur y Santander en el norte se ponían a la cabeza de la contrarrevolución.
Ante el bloqueo anglofrancés al Río de la Plata San Martín ofrece sus servicios para ir a luchar contra las tropas colonialistas. “Lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española. Una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer» , escribiría entonces.
Miles son las coincidencias entre San Martín y Bolívar; por ejemplo, con respecto al ejército observen lo que decía San Martín: “La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene” . El concepto de ejército y pueblo en un solo bloque.
En síntesis, los sanmartinianos bolivarianos hemos estractado una suerte de puntos básicos de la doctrina de los Libertadores.
El compromiso, luchar por la unidad e independencia de Nuestra América.
Defender la soberanía nacional ante cualquier forma de agresión extranjera.
Amar al pueblo y a la patria.
Sublevarse ante todo tipo de opresión defendiendo al débil contra el poderoso.
Repudiar el privilegio, el lujo y la discriminación.
La historia oficial falsificará también la obra de estos próceres, omitiendo que Guemes fue muerto por una partida realista gracias a la entrega que realizaron los oligarcas salteños. Claro, la figura del guerrillero patriota irritaba a los grandes terratenientes, dado que la aplicación de la Ley Gaucha, una suerte de reforma agraria en medio de la guerra, perjudicaba sus intereses. A Manuel Belgrano se lo acosó tanto que murió pobre y abandonado, cuando él había dado toda su fortuna, que no era poca, a la causa revolucionaria.
Siempre presionado por la clase dominante porteña, San Martín logra ser nombrado gobernador en la provincia de Cuyo. Tras la experiencia en el Norte de la actual Argentina, el Libertador entiende que el único camino para llegar al corazón del poder realista, Lima, era a traves de la liberación de Chile, cruzando la cordillera de Los Andes y sorprendiendo allí a los godos. Desde Chile preparar un poderoso ejército para trasladarse por mar y atacar a los realistas, fuertes en el Perú. De ahí la importancia de asumir la gobernación de Cuyo, provincia lindante con Chile.
La historia oficial se encargó de mostrar siempre a San Martín como un hombre de armas, un gran militar. Pero obvia decir que San Martín principalmente fue un político revolucionario, un conductor político y militar. La oligarquía dice que el Libertador nunca se mezcló en los «asuntos políticos» del país. Ahora, ¿cómo explica esa historiografía que San Martín fue el principal referente político y gobernante en tres oportinidades: Cuyo, Chile y Perú? Lo que la oligarquía ha intentado hacer es ocultar la obra de gobierno sanmartiniana.
Durante su gobernación en Cuyo, y también en Chile y Perú, San Martín lleva adelante una política económica y social que nosotros podríamos ubicarla claramente como uno de los antecedentes más importantes de la implementación del modelo endógeno.
En el caso de Cuyo y basándose en una «economía de guerra», San Martín instaló fábricas de pólvora, fundición de artillería (donde trabajaban 300 obreros, con 7 fraguas), fábricas de tintas, talleres textiles, laboratorios de explosivos, producción agropecuaria sistematizada, planificada, fomento a todo el sistema de riegos, talleres de herraje, carpintería, ebanistería, incentivo a la producción local con políticas de protección aduanera, etcétera. Rompe con los esquemas conservadores y reaccionarios de la oligarquía local e impone un modelo de producción nacional y popular. ¿Cómo consiguió estos logros? Con el sacrificio de todo el pueblo -nos cuenta la historia falsificada-. Pero si bien esto en parte es cierto, lo fundamental y medular del asunto, y que se omite decir, es que San Martín avanza en el modelo endógeno a través de una eficiente política confiscatoria, en detrimendo de las clases altas y en beneficio de los sectores laboriosos. Las colaboraciones voluntarias fueron la fuente de sustentación y armado del Ejército de Los Andes, reza la historia oficial. Pero no dice que esas «colaboraciones voluntarias», de los ricos y los enemigos de la Patria, se hacían bajo la presión del destierro, la confiscación lisa y llana o la amenaza del fusilamiento.
Por otro lado, las medidas expropiatorias se realizaron con un gran espíritu de justicia social, que entre otras cosas involucró la libertad de los esclavos, como luego en Perú suprimirá el pago de tributo por parte de los indios y la clausura de la servidumbre.
Como fácilmente se podrá interpretar, San Martín se había ganado el odio de la oligarquía porteña y ese odio era recíproco. Ahora vale aclarar que todo el interior del país estaba enfrentado con las clases dominantes de la ciudad-puerto. Las masas populares se habían levantado en montoneras contra el poder despótico de Buenos Aires.
Es entonces que el miedo invade a esa oligarquía vendepatria y convoca al Ejército de los Andes para reprimir a las masas populares insurrectas. San Martín se negará rotundamente a cumplir el papel de verdugo de su propio pueblo. Esa desobediencia, esa gran desobediencia al poder despótico, le costará al Libertador la declarada enemistad de la oligarquía rioplatense, y por otro lado, el cariño y respeto de las montoneras patrióticas.
A partir de este episodio, el Ejército Libertador pasa a convertirse en un ejército sin Estado, un ejército independiente del gobierno que le dio origen, donde los oficiales, por voto secreto ratifican a su jefe y conductor: el general San Martín.
Les voy a leer la proclama de San Martín a su ejército en 1820, el Ejército Libertador de los Andes, dice así: “Compañeros del Ejército de los Andes, la guerra tiene que hacerse como podamos, si no tenemos dinero, carne y tabaco no nos tiene que faltar, cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con balletillas que nos dejan nuestras mujeres, sino andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios, seamos libres y lo demás no importa nada, compañeros, juremos no dejar las armas de las manos hasta ver el país enteramente libre o morir por ellas como hombres de coraje” .
Tenía claro el Libertador que el enemigo principal era el colonialismo español y sus aliados nativos y apelaba a la conformación de un gran frente patriótico de liberación. Con ese espíritu le escribe al gran revolucionario oriental José Artigas: “Unámonos, sin que haya un tercero en discordia que nos esclavice” . Reflexionemos sobre esto porque es un ejemplo para tener presente hoy: «los enemigos victoriosos por todos lados nos oprimen, nuestra desunión son las causales» . La relación fraternal de San Martín con los jefes de las montoneras del interior, también es ignorado por la historia oficial.
En Perú San Martín lleva adelante una política orientada en base a las necesidades de la economía de guerra, hostil a los intereses oligárquicos y de inédita justicia social para la Lima aristocrática, decretando la libertad de vientres, eliminado el tributo a los indígenas, llevando adelante una verdadera línea de democracia popular.
Lamentablemente el Protector del Perú no pudo derrotar la conspiración oligárquica y las fuerzas colonialistas se habían hecho fuertes en la sierra peruana. Era vital buscar apoyo en el Ejército Libertador del Norte, apelar al victorioso ejército colombiano.
Pero ahí aparece la versión de la oligarquía según la cual San Martín y Bolívar se enfrentan en su famosa entrevista de Guayaquil. La historia oficial dice que la reunión fue secreta y que nada se sabe sobre lo tratado. Pero como es de suponer, no hay nada de misterio en esa entrevista. Bolívar bajaba del norte de Sudamérica victorioso, con un Estado fuerte que lo respaldaba, mientras San Martín apenas se sostenía en el Perú sin ningún apoyo del gobierno de Buenos Aires que le cobraba caro la desobediencia antes mencionada y la política revolucionaria que estaba siguiendo. No nos equivoquemos cuando se dice que hubo un desencuentro insalvable porque Bolívar era republicano y San Martín era monárquico, porque eso fue simplemente un matíz, ambos eran patriotas de Nuestra América concientes que el enemigo principal que había que derrotar era el colonialismo español.
En última instancia San Martín propuso en un momento determinado una monarquía constitucional al estilo inglés, con un rey como figura decorativa, pero que servía en esos momentos para consolidar la unidad, para no sucumbir ante la anarquía y la dispersión. Bolívar, en cambio, afirmada su carácter republicano, pero planteaba una presidencia vitalicia... Vale decir, que entre una y otra propuesta no habían tantas diferencias; la idea rectora era salvar la unidad y consolidar un gobierno fuerte, capaz de terminar con el colonialismo, derrotar a los enemigos internos y estar preparados para la contraofensiva de la reacción europea.
Para terminar con esa falsificación de la historia oficial, basta leer algunas cartas de Bolívar dirigidas a San Martín, por ejemplo: “Mi primer pensamiento del campo de Carabobo cuando vi mi patria libre, fue usted, el Perú y su Ejército Libertador, al contemplar que ya ningún obstáculo se oponía a que yo volase a extender mis brazos al Libertador de la América del Sur. El gozo colmó mis sentimientos, usted debe creerme, después del bien de Colombia nada me ocupa tanto como el éxito de las armas de usted, tan dignas de llevar su estandarte glorioso donde quiera que haya esclavos que se abriguen a su sombra. Quiera el cielo que los servicios del ejército colombiano no sean necesarios a los pueblos del Perú, pero él marcha penetrado de la confianza de que, unidos con San Martín, todos los tiranos de la América no se atreverán ni aun a mirarlo. Simón Bolívar» .
San Martín siempre admiró a Bolívar, a tal punto que ya exiliado en Francia le hizo pintar a su hija un retrato del Libertador. A otro retrato que tenía San Martín, obsequiado por Bolívar en Guayaquil, le hizo escribir a su hija la siguiente leyenda: “Unámonos, unámonos y seremos invencibles” . Ese retrato de Bolívar lo conservó en su alcoba toda su vida. Imagínense entonces qué absurdo cuando la oligarquía quiere presentarlos como enemigos irreconciliables. Porque si hubiera sido así, nos encontraríamos con un San Martín por lo menos masoquista.
Ya en el exilio, San Martín siguió combatiendo y participando en política. En 1828, inclusive, quiso regresar al Río de la Plata; pero al enterarse del fusilamiento del coronel Dorrego, quien en ese momento lideraba las fuerzas populares y coordinaba con Bolívar, decide regresar a Francia. Rivadavia en el sur y Santander en el norte se ponían a la cabeza de la contrarrevolución.
Ante el bloqueo anglofrancés al Río de la Plata San Martín ofrece sus servicios para ir a luchar contra las tropas colonialistas. “Lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española. Una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer» , escribiría entonces.
Miles son las coincidencias entre San Martín y Bolívar; por ejemplo, con respecto al ejército observen lo que decía San Martín: “La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene” . El concepto de ejército y pueblo en un solo bloque.
En síntesis, los sanmartinianos bolivarianos hemos estractado una suerte de puntos básicos de la doctrina de los Libertadores.
El compromiso, luchar por la unidad e independencia de Nuestra América.
Defender la soberanía nacional ante cualquier forma de agresión extranjera.
Amar al pueblo y a la patria.
Sublevarse ante todo tipo de opresión defendiendo al débil contra el poderoso.
Repudiar el privilegio, el lujo y la discriminación.
PATRIA SI COLONIA, NO NOS HAN VENCIDO. JP EVITA
Conferencia de Fernando Bossi en el “Seminario Precursores del Antiimperialismo”, Caracas, abril de 2003.
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